Nueva Acrópolis y su labor en el mundo

El Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables otorgó un trofeo de reconocimiento a Nueva Acrópolis por 44 años de obras de apoyo voluntario en los campo de cultura, educación, apoyo social y ecología.


Reconocimiento a Nueva Acropolis Perú


Nueva Acrópolis Perú después de 30 años de fomentar la música entre los escolares a través del "Concurso de Música Nueva Acrópolis" es felicitada por el Presidente peruano. ¡Enhorabuena!


Teatro de clown. Consulta de un dentista



Diviértete con el grupo "Las Cuatreras" con este fragmento de la representación "Viviendo el día a día". ¡Buen sentido del humor!

Un pequeño cuento hecho de lluvia













UNA TARDE DE OTOÑO

Ocurrió una tarde de otoño. Era un día gris, pero de vez en cuando, el sol asomaba tímido entre las volutas de bruma y nubes de la bahía. La mar tenía un color verdoso que por instantes se tornaba azul, creando una situación de imposible olvido. Aparentemente era un día como otro cualquiera y nadie parecía advertir las sutiles diferencias que lo convertían en un día diferente.

Pero todo empezó con un sonido, un sonido sordo, profundo y desgarrador que parecía provenir del mismo corazón de la tierra. Al principio, las gentes no parecían ser conscientes de ello, solo algunas almas sensibles escucharon con los oídos del alma el sonido desgarrador proveniente de la orilla y acudieron asustados a ella. Y allí estaban varados, una ballena y su cría.










El sonido que emitía el enorme animal erizaba la piel de aquellos que eran capaces de escuchar con el corazón. Era un sonido triste, angustioso, lleno de matices que hablaba de muchas cosas pero que, sobre todo, pedía ayuda. Y frente a ellos, unos cuantos niños y algunos ancianos y adultos que aún no habían perdido la esperanza en el ser humano, los seres con el corazón lo suficientemente puro aún como para ser capaz de reconocer en ese gran mamífero a un igual. Todos se miraron buscando una explicación que les ayudara a comprender por qué solamente ellos habían acudido a la llamada de socorro y cuál debía ser el siguiente paso.
La confusión se leía en sus rostros, y nadie parecía saber muy bien qué hacer hasta que una niña corrió hacia la ballena y, después de que sus ojos cruzaran la mirada un momento, se dirigió a los allí reunidos y les dijo:


–Tenemos que salvarla –dijo señalando con su diminuto dedo hacia el pequeño ballenato que les miraba aterrorizado.
Todos miraron a la vez hacia el animal, y una chispa de comprensión apareció en aquellos ojos, tan diferentes entre sí pero tan iguales a los del pequeño ballenato.

–Tenemos que salvarles, podemos hacerlo –un anciano señaló a dos de los jóvenes que estaban a su lado–. Vosotros dos, id a buscar ayuda.


Las órdenes no se hicieron esperar y partieron raudos a buscar ayuda al pueblo.

–Hay que mantenerles húmedos hasta que suba la marea –dijo el anciano, que desde ese momento, se convirtió en el líder del pequeño grupo.

Ya anochecía cuando apareció la gente. Algunos acudían por curiosidad, otros por aburrimiento, pero todos callaban impresionados ante el espectáculo de aquellos enormes animales agonizantes. Solo unos pocos se atrevían a acercarse a la orilla y a ayudar a aquellos que, exhaustos, no dejaban de mojar los cuerpos de las enormes bestias.

La marea parecía no llegar nunca y muchos empezaron a alejarse sin esperanza, mientras la luz del gran cetáceo se apagaba lentamente.
El fin de la ballena parecía anunciar también el de la pequeña comunidad que se había formado entre los diferentes extraños, y todos se miraron tristes, conscientes de que cuando la luz se apagara, también sus propias esperanzas e ilusiones lo harían. Durante varias horas habían permanecido unidos, ayudándose sin preocuparse de sus miedos, angustias y dudas. En ese tiempo el universo, las ballenas y ellos mismos habían formado un todo.

Las miradas de la niña y el anciano se encontraron y, como hacía ya algunas horas, comprendieron.

El anciano palmeó con cariño el lomo de la gran ballena y pareció susurrarle algo; después se alejó de ella y se acercó al pequeño ballenato, le acarició suavemente y comenzó a tirar de él.
                                

La marea estaba subiendo por fin; sin embargo, era tarde para la madre, pero aún había esperanza para la cría.




Al amanecer, el gran cuerpo de la ballena se hallaba tendido en la playa, sin vida; en cambio, el ballenato estaba a salvo. No obstante, ahora dependía de ellos conseguir que su sacrificio no hubiera sido en vano.

Una pequeña reflexión para todos los guerreros de la luz








Los guerreros de la luz se reconocen por la mirada.
Están en el mundo, forman parte del mundo, y al mundo fueron enviados sin alforja ni sandalias. Muchas veces son cobardes. No siempre actúan acertadamente.

Los guerreros de la luz sufren por tonterías, se preocupan por cosas mezquinas, se juzgan incapaces de crecer. Los guerreros de la luz de vez en cuando se consideran indignos de cualquier bendición o milagro.

Los guerreros de la luz con frecuencia se preguntan qué están haciendo aquí. Muchas veces piensan que su vida no tiene sentido.


Por eso son guerreros de la luz. Porque se equivocan. Porque preguntan. Porque continuan buscando un sentido. Y terminan encontrándolo

Extraido de: "Manual del guerrero de la luz" de Paulo Coelho

La Educación Antes del Nacimiento

La palabra “educación” viene de “educire”, sacar, extraer. Dentro de nosotros está esa semilla que debemos ayudar a que germine, a que saque lo mejor, lo más luminoso que hay dentro de nosotros. Como bien dice en El Principito Antoine de Saint-Exupéry,Las semillas duermen en el secreto de la tierra hasta que a una de ellas se le ocurre la fantasía de despertar”. La educación debería ser aquello que permite que brote de esa semilla interior lo que ella ya es... 



Algo tan importante no puede dejarse al azar o la intuición porque va a influir en el futuro; por esta misma razón, la educación comienza en el mismo instante en el que una conciencia, un futuro ser humano prepara su llegada a este mundo.


A lo mejor hoy en día tenemos que recordarnos qué es realmente la educación, porque tenemos la idea de que educarnos es informarnos de muchas cosas. Sin embargo, se trata de formar al ser humano. No de añadirle cosas desde fuera, sino de que cada uno pueda desarrollar aquello que tiene dentro: en la semilla del árbol ya está el árbol. Es decir, en la semilla de cada uno de nosotros, ya está lo que tenemos que ser nosotros. Se trata de permitirle que salga, que crezca, darle forma. 


Se cuenta que el gran artista Miguel Ángel decía, al ver un bloque de piedra, que la figura que él quería sacar a la luz estaba dentro. Lo único que él tenía que hacer era quitar todo lo que le sobraba para que la figura apareciese. 
Esto es algo que sabían todas las antiguas civilizaciones, y por eso preparaban minuciosamente a cada mujer que iba a concebir un hijo. Lo encontramos desde las culturas más avanzadas hasta las que nosotros consideramos equivocadamente salvajes. Un ejemplo de verdadera educación lo tenemos en los indios norteamericanos, que hoy en día empezamos a descubrir que no eran tan salvajes, ni tan horribles, ni tan violentos, ni tan feos. Todo lo contrario.
Si uno quiere investigar acerca de este pueblo, descubre que tenían unas creencias exquisitas, sutiles, muy bien elaboradas acerca de la naturaleza, acerca de lo que es el ser humano, de la educación. Tenían ritmada toda la educación de un niño desde que la madre se enteraba que estaba encinta. Y todo esto recomendado e incluido en la educación de esa mujer desde que era una niña. Por ese motivo, desde que una india se enteraba que estaba encinta, ya no podía vivir como las demás mujeres. Primeramente, dentro de los hombres y mujeres eminentes de sus tribus (que los había), iba a escoger un ejemplo, pensaba en las cualidades y las virtudes de esa persona que conoció o escuchó en los grandes relatos para recrear constantemente esas cualidades y esas virtudes... Además se esforzaba en no tener conversaciones vulgares, así como alejarse de preocupaciones materiales.

En definitiva, quería sacralizar de alguna forma y manera, su vida. Desde qué pensaba hasta qué hablaba, qué contemplaba, de qué se preocupaba. Ya no estaba viviendo solo en función de ella misma, sino que había una conciencia muy clara de que ella era portadora de un alma y, por lo tanto, tenía que ser en ese momento un buen canal, un instrumento para que ese alma llegase y llegase bien.



En ese momento existe una conciencia de esta interrelación entre la madre y el niño. Y esta mujer tiene como disciplina pasear por el bosque, contemplar las cascadas, los ríos y hablarle a su futuro hijo desde las primeras semanas del embarazo. Hablarle de la perfección de la naturaleza, escuchar ella los ruidos de la naturaleza como si se tratara de una música, ya que para estos indios norteamericanos, la naturaleza es un templo. Un templo perfecto. Por eso, ellos jamás construyeron templos como los que nosotros conocemos, porque entendían que el mejor templo era la naturaleza y que en ella, se podía descubrir ese secreto de la vida. Y poco a poco, hablaba a su hijo de lo que el indio norteamericano entendía como el Gran Silencio. El Gran Silencio que lo llena todo.
Dios es el Gran Misterio que el ser humano no puede comprender, pero que está presente, está detrás de todas las cosas.
Durante la gestación recitaba en voz alta algunas de las tradiciones orales de sus antepasados, que hablaban del Gran Espíritu, el espíritu que reside en todas las cosas. Es decir, que, durante todo el periodo prenatal, la madre era consciente de que a través de todo lo que ella hacía, sentía y pensaba, estaba educando a su hijo. Pero esto no era suficiente, sino que ella misma también se preparaba, por ejemplo, para que ese momento que había estado esperando y para el que se había ido preparando de determinada forma, lo viviese en la soledad y en la compañía de esa naturaleza, de lo que llamaba El Gran Misterio o El Gran Silencio.
Es cierto que a nosotros nos extraña mucho y lo vemos como un signo más de salvajismo, por ejemplo, que estas mujeres se retirasen de la tribu el día que iban a parir, se retirasen solas y alumbrasen a su hijo en la soledad. Lo hacían así porque ellas no querían que nadie que las contemplase sintiese lástima ni pena por su dolor en ese momento. Era una especie de pudor psíquico, espiritual, como algo que le iba a hacer sentirse pobre. Aparte, tenía un gran orgullo de vivir con valor ese momento... 
La educación comenzaba desde el momento en que sabía que estaba gestando un hijo y continuaba hasta la edad de los siete años. 
Curiosamente, esto coincide en todos los pueblos de la Antigüedad, ya nos vayamos  a la India, Egipto, Roma, Grecia...
Por ejemplo, en Roma, un niño estaba a cargo de su madre ineludiblemente hasta los siete años de edad, ocupándose de él constantemente. No era porque la mujer estaba esclavizada, sino que era algo que hacían de modo consciente, ya que iban a traer un alma al mundo, y si la traían, la traían adecuadamente, siendo responsables.
Las mujeres eran verdaderas autoridades en esos pueblos, tenían en su poder la educación de los futuros habitantes, es decir, una gran responsabilidad y, en consecuencia, un gran poder; por ello, debía hacer un buen uso de este.
Como bien expresa la frase “La mano que mece la cuna es la mano que domina el mundo”, no puede dejarse al azar, y mucho menos a gente que no se prepara para ello. Después, cuando el niño cumplía siete años, sí que iba a pasar a cargo del padre. Ahí era el momento en que el niño estaba preparado para introducirse en la vida pública. Y entonces vemos que va acompañando al padre, e incluso está presente en las conversaciones con los amigos, en todas las gestiones públicas que haga su padre... Bueno, esto lo encontramos también entre los indios norteamericanos, donde lo más importante dentro del primer septenario de vida de un ser humano es el contacto con su madre, porque no solo depende el niño de ella en lo que concierne al alimento físico dictado por la naturaleza, sino que eso es una muestra de la necesidad verdadera que tiene el niño en otros planos, mucho más importante. Nosotros somos una semilla que viene al mundo, y la madre, consciente de esa semilla, se torna ella misma en tierra fértil para que esa semilla crezca y abra sus pétalos a lo que sería la vida, la realización, a la búsqueda de lo que esa semilla quiere llegar a ser, para que eso sea realizable.

Cuando no hay esa conciencia, esa semilla viene a la vida y se planta en cualquier tipo de tierra, donde ni siquiera sabemos que eso es una semilla, ni siquiera sabemos qué se está plantando, ni siquiera cuidamos esa tierra en la que ha caído.


Con esto no estamos diciendo que ahora una mujer cuando se quede embarazada deba aislarse y no relacionarse con nadie hasta que su niño tenga siete años, ni que cualquier ser humano, da igual su sexo o situación, que decida criar un niño, no deba hacerlo. No, de lo que hablamos es de que en el momento que un ser humano adulto se hace cargo de otro, debe ser consciente de la responsabilidad que ha adquirido y ayudar a germinar esa semilla que está a su cargo, porque la verdadera educación no es introducir cosas como si la conciencia, o el ser humano, o el alma, fuese un recipiente vacío que nosotros, el mundo, aquellos a los que recibimos esas conciencias, tenemos que rellenar. Es todo lo contrario.
Por eso es tan importante ser conscientes de esto, al margen de los errores que se puedan cometer. Si hay una conciencia, una intención, entonces esa semilla acabará brotando y siendo el árbol que siempre soñó. 

Un niño imita todo lo que ve. Está verdaderamente abierto para aprender, es algo que nosotros después hemos perdido, esa capacidad de estar abiertos para aprender. Nosotros, los adultos, a veces despreciamos el mundo del niño. El niño ve cosas, contempla aspectos de la vida que nosotros ya hemos dejado atrás. Pero lo hemos dejado atrás como con desprecio. Incluso en aquellos niños que todavía se manifiesta un poco de ese mundo, de esa manera maravillosa de verla y destacar ciertos aspectos de la vida, esa humildad con la que un niño pregunta: “y esto ¿qué es? Y esto ¿por qué?”... que nosotros hemos perdido, se lo arrebatamos también a ellos.


Por eso es tan importante que seamos conscientes de la delicada misión que supone la educación. Si tenemos claro el concepto, pondremos las bases adecuadas, y todos sabemos que las verdaderas construcciones, las que quedan, las que están de pie después de miles de años, están hechas de piedra. Y están hechas de piedra bien escuadrada, de piedra bien pulida. 

Cada uno de nosotros somos una piedra que forma parte de una construcción y si queremos que para el futuro, aquellos seres humanos que vendrán detrás de nosotros, tengan verdadero futuro, tenemos que empezar por nosotros. Por ser nosotros una piedra pulida, escuadrada y que forme parte de una construcción. Es decir, que seamos parte cada uno de nosotros de ese mundo en el que nos encontremos. Que con cada cosa que nosotros hacemos, estamos debilitando esa piedra o estamos soportando mejor el peso de esa construcción.

CONSEJOS PARA REALIZAR TUS SUEÑOS

¿Conoces a alguien que no tenga sueños, ideales, nobles propósitos, deseos de mejorar el mundo...? Pues aunque a veces uno se sienta desbordado por las dificultades y el desánimo, y crea que en este mundo no se puedan realizar, ni merece la pena luchar por ellos, siempre hay que recordar que otros si tienen la fuerza y las ganas de realizar sus sueños. Si ellos pueden, tú también. No lo olvides. Aurrera!!!